Portugal se indigna con China, pero aplica las mismas trabas a inmigrantes en casa

Lisboa protesta por las restricciones en Macao mientras AIMA acumula denuncias por frenar y complicar la vida de miles de inmigrantes en Portugal, muchos de ellos latinoamericanos.
El Gobierno portugués se quejó formalmente de que la Región Administrativa Especial de Macao, bajo control chino, cerró desde 2023 el acceso a la residencia para ciudadanos lusos que buscan ejercer funciones técnicas especializadas. El primer ministro, Luís Montenegro, pidió “más agilidad y justicia” y aseguró que la cuestión será discutida en el Comité Conjunto Portugal-Macao. Un reclamo diplomático legítimo, aunque con un tono irónico: Portugal exige afuera lo que no garantiza puertas adentro.
Porque mientras denuncia a China por dificultar la residencia a sus nacionales, el propio Estado portugués no parece ser ejemplo. La Agencia para la Integración, Migración y Asilo (AIMA) arrastra miles de expedientes sin resolver y enfrenta críticas de inmigrantes –muchos de ellos argentinos y latinoamericanos– que padecen demoras, rechazos automáticos y trabas burocráticas para regularizar su situación. Las quejas contra el organismo se duplicaron en el último año, reflejando un sistema incapaz de ofrecer la “agilidad” que Lisboa reclama en Macao.
Incluso las medidas paliativas, como la prórroga hasta octubre de 2025 de ciertos permisos vencidos, apenas maquillan una realidad marcada por colas, citas imposibles y requisitos cada vez más restrictivos. Asociaciones de migrantes denuncian un doble discurso: Portugal exige respeto a los derechos de sus ciudadanos en Asia, pero trata con rigidez a quienes llegan a su propio territorio en busca de estabilidad. Un espejo incómodo que revela que las críticas hacia China podrían empezar, con igual razón, frente al Palacio de São Bento en Lisboa.